Vistas de página en total

jueves, 16 de abril de 2020

EL FUTURO


“El problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo que solía ser” escribía el poeta francés Paul Valéry hace 100 años. Quizá hoy sería incluso más contundente.

¿Qué queda del siglo XX? Sólo quedamos nosotros. Creíamos saber las respuestas y este nuevo siglo nos cambia, cada cierto tiempo, las preguntas.

Si queremos encontrar lucidez quizá deberíamos rebuscar más atrás, desempolvar ideas de  siglos que nadie vivo haya transitado.

En 1862, nueve años antes de que Valéry naciese, todavía en pleno siglo XIX, el novelista ruso Iván Turguénev populariza, sin quererlo, un concepto que podría sernos útil: el nihilismo.

"Nihilista es la persona que no se inclina ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como artículo de fe" decía el bueno de Iván.

Es verdad que cínicos y escépticos ya adelantaron, en la antigua Grecia, esa idea que acabó novelando Turguénev en ‘Padres e hijos’, pero a nosotros no nos importan los derechos de autor. 

Vamos a ‘piratear’ la esencia de la fórmula, adjetivarla con la palabra ‘positivo’ y ver si nos puede aportar algo en este tiempo lleno de incertidumbre vírica, quizá nos ayude a contagiarnos de un futuro más parecido al que solía ser.

El camino se desdobla, a un lado la utopía, al otro la distopía ¿o era al revés? 

No podemos estar seguros de que nuestra elección nos lleve a ese futuro soñado, sólo podemos estar seguros de que la indecisión es la muerte. No optar no es una opción.

Cargada la mochila de nihilismo positivo, unos elegirán ponerse en marcha hacia la utopía (aún sabiendo que podrían estar caminando en dirección a su antónimo), y acelerarán el paso porque  intuyen que alcanzar el horizonte es imposible y pretenden comprobarlo llegando a él antes de que anochezca para siempre, antes de que sus ojos, ciegos de vida, no tengan fuerzas para abrirse a un nuevo día.

Mientras se alejan, miran hacia el lado en que caminan los que eligieron viajar a la distopía y, poco a poco, unos y otros se van haciendo pequeños. 

Unos pasos más bastarán para que utópicos y distópicos sólo sean un bulto en las retinas de ambos. Nada sabrán unos y otros de si fue la suya la decisión acertada al abrazar el nihilismo positivo o al prescindir del mismo.

El futuro de todos serán los recuerdos. 

Utopía o distopía sólo son las dos caras del mismo ‘presente’.

Escena: Valéry y Turguénev dentro de la tinaja de Diógenes de Sinope, el ‘cínico’. 

Los tres masticando la amarga autosuficiencia.

Paul como notario, transcribiendo en verso un futuro que ya empieza a parecerse al que nunca quisimos que fuera. 

Iván renegando del indolente Bazárov surgido de su pluma. 

Diógenes feliz en un siglo XXI donde toda su Atenas es cínica, nada necesita.

Ninguno de los tres dice nada. 

Se cierra el telón.

Nadie aplaude.