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martes, 22 de diciembre de 2015

¡AMANECE 2016! Y es mucho...

Se acabó. El 2015. Y vaya final de año. “Vive momentos interesantes” decía un oriental muy famoso hace muchos años.

Probablemente mirarás atrás estos días y buscarás entre la bruma de tus ojos a personas que ya no están. 

Recordarás, muy difuminado, el principio de un año que se presentaba ilusionante y que, tocando a su fin, quizá no lo fue tanto.

Ya estarás mirando hacia el 2016 dando por terminado el tiempo de descuento en el que se mece el 2015 tras el sorteo de la lotería.

Buscarás excusas para justificar lo injustificable y te apuntarás éxitos que, lo más probable, no fueron más que un golpe de suerte.

Seguirás cabreado con el sistema aunque hayas votado para cambiarlo. Te rondarán ideas revolucionarias que podrían rozar principios de acción anarquistas. Nunca las llevarás a cabo.

Y después de oler el incienso, de seguir preguntándote ¿qué es la mirra? y de no ver el ‘oro’ por ningún lado, seguirás caminando hacia la idea de que el año que empieza (esta vez sí) será tu año.

Estás vivo, a pesar del gobierno. Eres como el conejito (autónomo) del anuncio al que no se le agotaban las pilas o, al menos, duraban hasta que el resto de sus congéneres (empleados y funcionarios) caían rendidos (cansados) a sus pies.

Y por muchos momentos de zozobra que sabes que tendrás, estás dispuesto a luchar por alcanzar este nuevo año el espejismo de un oasis que hace mucho tiempo comprendiste que, no sólo no tiene agua, sino que ni siquiera guarda su reflejo.

Eres mucho más importante de lo que imaginas. Regocíjate (nunca una palabra significó tanto como su compleja grafía), la humanidad depende de ti. No es broma. Sin tu esfuerzo y tu lucha callada en formato ‘open 24 hours’ la tierra dejaría de girar.

De nada te servirá pedir a los magos de oriente que te traigan una cuota de autónomos proporcional a lo que facturas, un verdadero IVA de caja, un plazo de cobro de facturas que se cumpla, financiación sin pactos con el diablo, segundas oportunidades, menos leyes y más reconocimientos, será mejor que les pidas “que la fuerza te acompañe” porque si dejas de ‘pedalear’ incluso la bici estática que cabalgas se irá al suelo.

Acabas el 2015  “… que no es poco” y ¡Amanece el 2016! “… que es mucho”

2016: un arco iris sin gobierno, un invierno enquistado en la primavera, un dólar de mentira, sirios como troyanos, el petróleo barato pero proscrito por sus gases, Fidel más cerca de Florida, Obama más lejos de Guantánamo, Putin equidistante de sí mismo, santas las guerras de únicos soldados, catástrofe natural (que ya toca), grandes hermanos actuando para grandes primos y, en medio de todo lo anterior: tú. Náufrago aferrado a la endeble tabla de tu ilusión, la de no morir ahogado por las deudas que todavía no has contraído.

Cuéntame tu vida que no me la creeré… Nadie puede sobrevivir a tantas penurias y llevar puesta la sonrisa en la cara.

Escuchas música de futuro y, rápidamente, tus pies se ponen en movimiento hacia la pista de baile. A gastar batería (es tu sino de conejito). 

Oigo algo. ¿Lo oyes tú también? Es la música del amanecer. Prepárate para danzar. Prepárate porque el año próximo creo que es Requiem Rock lo que estará de moda. 

Ocaso o Alba, da igual, que el próximo año te coja bailando.  “Que es mucho”

jueves, 17 de diciembre de 2015

THELMA Y LOUISE

Aunque el 2015 no podrá ser analizado en toda su dimensión histórica hasta después del 20 de diciembre, la realidad es que, como se dice popularmente “está todo el pescado vendido”.

En lo que se refiere a los buenos -y malos- propósitos que cada uno se hubiera hecho cuando iba tomando las uvas hace casi doce meses, tiempo es de reconocer que, muy probablemente, no se han cumplido.

No importa, en unos días, se podrán formular de nuevo y, año tras año, volveremos a tener la ocasión de incumplirlos y de reformularlos una y otra vez.

En lo personal. Porque en lo empresarial, muy probablemente, si los objetivos mínimos no se han cumplido, no volverán a sonar campanadas que nos permitan empezar de nuevo.

Tampoco pasa nada, es tiempo de cambio y, muy probablemente, el 2016 será tiempo de neoemprendedores a la fuerza, de subida de cuota de autónomos, de ver alejarse todavía más cualquier atisbo de jubilación pagada, tiempo de copagos y, sobre todo, tiempo de agotamiento.

El 2015 nos ha dejado exhaustos, sin fuerzas para procrear y con ganas de morir (lo dice el INE, España -y Galicia más- pierde población a marchas forzadas). 

Estamos agotados de emprender. Y por eso somos optimistas: cada día, al abrir la verja de nuestros negocios, sonreímos porque sabemos que nos queda un día menos para acabar con este calvario.

Vivimos en una eterna mentira, aferrados a la ilusión de ‘esto va mejorando’, deglutiendo libros de autoayuda, charlas de gurús de medio pelo y pastillas (no siempre azules). 

Y pasa la vida. Rápido. 

Miramos atrás y nuestra mala memoria incluso es capaz de fabricar ‘buenos recuerdos’ de esos momentos de ilusión en los que empezábamos con un proyecto que nos iba a hacer ‘ricos’.

Echamos la culpa a factores externos, hacemos autocrítica (menos) y buscamos una razón para nuestro desencanto: nunca llegaremos a ningún sitio ni remotamente parecido al que nos habíamos imaginado.

Pero estamos atrapados. Autónomos atrapados. ¡Qué poco autónomos somos!

No hay libertad sin capacidad económica para tomar decisiones. Sólo pedaleamos. En una bicicleta sin ruedines. Una diabólica bicicleta que consume todas nuestras fuerzas porque siempre pedaleamos cuesta arriba y sabiendo que, si paramos de pedalear, la caída es real, inexorable y  dura, muy dura, por definitiva.

Nuestros placebos son la familia, los amigos, la pareja, el amor, los paisajes, la religión, la lluvia, un buen cocido o una cerveza. 

Nuestro refugio es el presente, del que ni siquiera somos conscientes. Un lugar en donde podríamos ser felices y que desaparece ante nosotros al instante.

Entonces ¿qué sustancia adictiva contiene esto del emprendimiento para que sigamos enganchados?

¿Por qué no podemos desintoxicarnos?

Pues porque la voluntad de hacerlo es inferior a la necesidad de conseguirlo.

Nada iguala la sensación de ser dueño de tu destino, aunque sea sólo por un segundo. 


Ser feliz intentándolo sólo cabe en la cabeza de unos locos que, cual Thelma proponiendo a  Louise que arranque el coche o Louise acelerando mientras coge a Thelma de la mano, saben el final de la historia de antemano y, aún así, prefieren seguir viajando.