«Si no cambias… te cambian»
Nunca el cambio fue tan cierto ni tan rápido.
Y se han escrito infinidad de tesis sobre la dificultad que el ser humano tiene para asumir los cambios (“El único cambio que el hombre admite con agrado… es el cambio de pañal”).
Y aquí estamos, montados “a pelo” en un caballo desbocado, galopando hacia no se sabe dónde y malamente agarrados a unas crines que no nos dejan ver con claridad lo que tenemos delante.
Queremos pensar que alguien, alguna vez, se creyó capaz de ensillar, herrar y coger las riendas de ese caballo y que, con muy mala fortuna, no tuvo ocasión de hacerlo y por eso ahora estamos como estamos.
Otros dicen que, según la perspectiva del caballo, no existe tal desbocamiento, que éste sabe muy bien a dónde va y que, por ahora, mientras al caballo le interese y nosotros seamos unos jinetes avezados, iremos juntos hacia ese lugar.
Lo cierto es que en una propuesta maniquea sólo nos quedan dos opciones: o ir a lomos de esta inestable e incierta montura o, por otro lado, dar con nuestros huesos en tierra y, si no fenecemos con la caída, esperar a ser pisoteados por los cascos de los muchos equinos arrebatados que vienen por detrás de nosotros.
Metáforas caballares aparte, ¡es la IA la que te está cambiando y ni siquiera te has dado cuenta!
Y no se trata de hardware o software, de computación, capacidad de procesamiento o de energía, se trata, simple y llanamente, de supervivencia.
O cambias o te cambian: ¡ahora!, ¡ya!, mejor incluso: ¡ayer!
¿Hablamos sólo de ti como persona o también de ti como líder de una organización?
Hablamos de tu yo integral, de lo que eres y de lo que haces. Hablamos de todos los yoes que juntos componen el nosotros que es la humanidad.
La inteligencia humana no es homogénea ni lineal, no ha sido distribuida por igual en todos y cada uno de los seres que se autodenominan “hombres”, por lo que no podemos establecer comparaciones generales entre la nuestra y la que nosotros hemos decidido llamar “Artificial”.
Si competimos, perdemos. Si cooperamos, tenemos una posibilidad, lo que no sabemos es si de ser libres o esclavos, en cualquier caso deberíamos animarnos a descubrirlo pase lo que pase.
Mientras tanto, la vida sigue, tu vida sigue, la noche y el día se intercalan y en nuestro presente conviven pasados esculpidos por nuestro sesgo cerebral y futuros inventados por nuestra infinita curiosidad y limitada capacidad profética.
Partimos de la premisa de que el cambio no es inocuo, a veces “duele” y supone una dosis de desapego tanto o más elevada que la cantidad de miedo e incertidumbre que deberemos gestionar si decidimos acometerlo.
Pero ¿acaso hay otra opción?
Empecemos.
Hagámonos primero una pregunta ¿solos o acompañados?
Queremos transitar hacia lo desconocido sin nadie a nuestro lado, perfecto ¡adelante! Siempre es mejor dar pasos que no hacer nada (ya se oye a lo lejos retumbar la tierra, son los cascos descalzos de una IA que viene a por ti).
¿Buscas compañía? La has encontrado. Aquí estamos un grupo de personas que podemos ayudarte. Ahora entenderás el porqué.
Primer paso, repite conmigo “Cambio para que no me cambien” “Cambio para que no me cambien” “Cambio para que no me cambien”
Segundo paso, desde la convicción, piensas ¿cómo?
Y yo te digo: aprendiendo a preguntar.
Y la pregunta primigenia es la piedra filosofal, la esencia, de donde todo parte, lo que se opone al caos… y ahora mismo la vas a conocer, sólo te pido que nunca la olvides, porque si lo haces, ya nada tendrá sentido.
¿Qué pregunta debo preguntar?
Y eso es todo.
¿Todavía no la has memorizado? ¿A qué esperas? ¿Cómo que no sabes cuál es la pregunta esencial si te la acabo de escribir en negrita? ¿En serio?
Y, a partir de ahí, todo es IA, o quizá podríamos llamarla IS (Inteligencia Sobrehumana) porque “artificial” es un adjetivo defensivo, producto de nuestra soberbia como humanos, una palabra despectiva para rebajar el nivel de “pánico” que nos da todo aquello que amenaza nuestra posición de privilegio en una falsa cadena trófica lineal.
Tercer paso: ahora que ya sabes preguntar, irás descubriendo que la IA lo hará todo o casi todo por ti, todo menos una cosa: tener la última palabra. Actualmente, la decisión de apretar o no el botón rojo todavía es tuya (no sé por cuánto tiempo) y, por ello, te toca considerar si, además de la IA, dejas también un hueco para que un humano o un grupo de ellos te ayuden, te acompañen y te aconsejen mientras transitas hacia una nueva realidad.
Esos humanos nos hacemos llamar los “Consejeros” y somos, ante todo, personas.
A esa condición esencial le sumamos otras, como la capacitación técnica, la experiencia de un largo recorrido vital y profesional, el sentido común, la visión sin prejuicios, el aprendizaje y desaprendizaje continuos, la ética y, por supuesto, la asunción de que sin la IA no seremos y con la IA tendremos una oportunidad de ser (quizá más humanos).
¿Tienes miedo? ¿Te escondes en falsos argumentos del tipo “hay tiempo”, “esto no es para mí”, “estoy muy mayor para”, “otra moda pasajera”…? Es normal, a nosotros también nos asusta el cambio, pero preferimos gestionar ese miedo para que nos mantenga alerta y no nos paralice ante todo lo que tenemos por delante.
¿Nos preocupamos? ¡No! Nos ocupamos.
¿Te gustaría tener una conversación tranquila y sin compromiso con uno de nuestros Consejeros?
Si es así ya has activado el motor del cambio, de tu propio cambio y el de tu organización, porque, te recuerdo, el Cambio con mayúsculas hace tiempo que empezó.
¿De verdad que todavía no oyes los cascos libres de herraduras chocar contra el asfalto?
Porque yo incluso escucho el bufido sincronizado de una manada de bestIAs que ya hace tiempo dejo de ser rumor para convertirse en tormenta.
¿Hablamos?