Hoy he acompañado (en el
sentimiento) a un amigo argentino mientras intentaba sacar su dinero por
Internet de una cuenta corriente que tiene abierta en Chipre.
Mucho nos temíamos que la cosa no
iba a ser fácil.
¿Viste? –me dijo - Debo ser el único boludo al que le pillan dos
corralitos.
Yo le pregunté si tenía cuentas
corrientes en España y su cara fue un poema.
Seguimos hablando un largo, largo
rato, hasta que mi amigo porteño se dio por vencido y renunció a pelearse con
los lacónicos mensajes que, cual bofetadas, la banca on-line de Bank of Cyprus
le enviaba a la pantalla de su iPad.
Él me explicaba que nunca se
hubiese imaginado que, en la Unión Europea ,
un gobierno democrático osase robar, expoliar, expropiar, o como queramos
llamarle, a sus ciudadanos por mandato de otros gobiernos (en este caso
liderados por uno con cierto barniz germano y en fase preelectoral).
En Argentina, me decía, la clave
del robo a los ciudadanos estuvo en hacer ‘magia inversa’, es decir, convertir
los Dólares estadounidenses depositados en los bancos en Pesos argentinos,
deshaciendo el hechizo con el que el gobierno de Carlos Saúl Menem engañó a sus ciudadanos haciéndoles creer que
un Dólar y un Peso eran la misma cosa.
Lo más grave, continuaba
despotricando mi amigo, es que se está sentando un precedente: rescate igual a ‘meter
la mano’ impunemente en las cuentas donde los ciudadanos guardan el dinero por
el que ya han pagado sus impuestos.
¿Qué puede pasar en España? “Da
igual, sacá la plata hermano, no seás pelotudo” me aconsejaba con toda la
vehemencia que un argentino es capaz de demostrar, o sea, muchísima.
Incluso especulaba mi amigo con
un nuevo escenario donde el Euro se deconstruyese (como la tortilla de patata
de Ferran Adrià) y en el que acabásemos teniendo un Euro-español que sólo valga
la mitad que el Euro-alemán. Viendo lo de Chipre, él cree que esa ‘magia
inversa’ argentina se podría dar aquí también.
Cuando nos despedíamos, bromeaba
él sobre el título de mi último artículo haciendo un juego de palabras…
“Habemus Pampa” y se marchaba diciéndome que sólo podíamos esperar un milagro
para que España no acabase como Argentina y que, como ahora él tenía a uno de
sus compatriotas bien ‘colocado’ para solicitarlo ante las más altas
instancias, que iba a hacer las gestiones oportunas.
Y yo pensaba, mientras lo veía
marchar, que no sólo los gobiernos nos están robando impunemente el dinero,
sino que nos están hurtando algo mucho peor, nos están despojando del sentido
del humor y, sin sentido del humor, al menos yo, creo que la vida no vale la
pena.
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