Mi colaboración para ASCEGA (escrita el 9 de marzo de 2013)
A las 16:30 h del martes 12 de
marzo dará comienzo el cónclave que deberá decidir quién gobierna la iglesia
católica en el futuro próximo.
Para muchos católicos la persona
elegida les resultará indiferente, al cabo de unos días la aceptarán como
cabeza de su organización y se olvidarán del pasado que haya tenido.
Es la aceptación de un liderazgo inherente
a la esencia del cargo: una vez que hayas sido elegido Papa ya eres la persona
adecuada.
Esta forma de liderazgo es la que
se creen nuestros políticos que pueden ostentar por el simple hecho de haber
ganado unas elecciones. ¡Qué lejos están de la realidad!
Tendrán el poder pero han perdido
su autoridad. El poder te lo otorga el cargo pero sólo puedes estar investido
de autoridad cuando los que te siguen (o los que gobiernas) te respetan y
consideran que sabes a dónde vas.
En España, el destino de nuestros
gobernantes es únicamente ‘permanecer’. Permanecer en la política o sus
adyacentes, extraer rentas de aquella y malinterpretar los versos de Góngora “Ándeme yo caliente y ríase la gente”
Hecha la crítica (aprovechando
acontecimientos vaticanos presentes) se impone un cambio de tercio en este
artículo. O casi.
Los que hemos tenido la suerte de
contemplar los frescos que Miguel Ángel pintó hace más de 500 años en la Capilla Sixtina , indefectiblemente,
tras forzar nuestro cuello al máximo o incluso tras adoptar la postura decúbito
supino en el centro de dicha capilla (con el riesgo de que nos pisoteen o de
que nos boten), hemos detenido nuestra mirada en ‘La creación de Adán’ y, con
un poco más de esfuerzo visual, en el maravilloso y evocador detalle que nos
ofrecen las manos de Adán y de Dios, quizá a punto de tocarse o quizá después
de haberlo hecho.
No sé exactamente lo que Miguel
Ángel quiso representar con este apunte pictórico ínfimo respecto a la
magnificencia de toda la obra, pero le agradezco que me permita utilizarlo como
metáfora para crear mi propia teoría sobre la necesidad de transmitir a otros
lo poco o mucho que algunos hemos aprendido de la vida.
Dejando a un lado cuestiones
bíblicas, quizá Dios fue un día Adán y
éste tendrá que ser algún día Dios. Está claro que es el dedo índice de Dios
quién parece estirarse al máximo para transmitir el conocimiento, pero también parece
que la mano laxa de Adán no favorece la recepción de esa enseñanza.
Es la vida, tú quieres compartir
algo que para ti es crucial y, sin embargo, aquél que debe recibir tu
experiencia o sabiduría no muestra la actitud adecuada para ello, incluso su
lenguaje no verbal nos devuelve una figura displicente, alguien que nos está
queriendo decir que le importa muy poco eso que estamos intentando
transmitirle.
En el mundo empresarial sucede lo
mismo, la autosuficiencia del emprendedor hace muy difícil que además de oírte
te escuche. Si es joven, por la inconsciencia que otorga creer que se tiene
toda la vida por delante, y si es mayor, por la importante dificultad para
desaprender y dejar espacio a nuevos enfoques
“Hay otros mundos pero están en éste” dijo el poeta Paul Éluard.
Creo básico el esfuerzo de ‘predicar’
aunque sea en ‘el desierto’, y mucho más en los tiempos que corren en España
donde no podemos permitirnos errores empresariales, sobre todo aquellos que podrían
evitarse si hacemos ver a los que deciden iniciar una pequeña-gran aventura de
negocio por dónde no deberían ir.
Alertémosles sobre los ‘cantos de
sirena’ de nuestros gobernantes y sospechemos cuando esos mismos gobernantes se
travistan de adalides del emprendimiento. No nos dejemos engañar jamás por el anestésico
halo de los cargos que ostenten, tupido velo que esconde su nula o mediocre
experiencia en temas relacionados con los autónomos y las pequeñas y medianas
empresas.
“Los caminos del Señor son inescrutables” pensó el hasta ahora Cardenal
mientras recibía los abrazos y felicitaciones de sus colegas. Y su mente se
trasladó muy lejos de ese momento y de ese lugar, a la pequeña parroquia de
barrio en donde aprendió que lo importante son los ‘muchos pocos’ y que más
vale pelear para que muchos pequeños alcancen sus objetivos que favorecer el
que sólo unos pocos grandes cumplan los suyos.
Y volviendo al presente se prometió a sí mismo que no sólo no olvidaría
esta lección, sino que haría todo lo posible para llevarla a cabo.
Pidió a todos los presentes que le permitiesen estar un momento a solas
en la capilla donde había tenido lugar la votación y, una vez que todas las
puertas se cerraron, con cierta indecisión se dirigió al centro de la misma, se
agachó, apoyó las manos sobre la tarima de madera que habían puesto para esa
ocasión tan especial y se arrodilló, a continuación, dejó que el resto de su
cuerpo fuese lentamente al encuentro de ese mismo suelo.
Yacente miró hacia arriba y, en voz apenas audible, rezó. Buscaba una
señal, algo que le diese las fuerzas necesarias para acometer con éxito tamaña
empresa. Al cabo, mientras todavía oraba, sus ojos se dieron cuenta de que algo
había cambiado en la escena pictórica que le había tenido fascinado toda su
vida: el dedo índice de la mano izquierda de Adán se había estirado y tocaba, por
fin, el dedo de Dios. La señal había sido dada.
Se incorporó con cuidado, se arregló el hábito y, sonriendo, salió de la Capilla Sixtina mientras, a lo
lejos, le pareció oír como el protodiácono, ante lo que parecía el murmullo de
una gran multitud congregada en la explanada de San Pedro, leía con una voz
profunda pero muy emocionada:
“ Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam”
No hay comentarios:
Publicar un comentario