Durante muchos años, casi 20, mi vida profesional
estuvo totalmente vinculada al mundo hipotecario. Probablemente habré
gestionado hipotecas, o bien yo directamente o bien a través de mi
organización, por más de 200.000 Millones de pesetas (1.250 Millones de los
actuales euros).
Esto significa que más de 10.000
familias confiaron, a lo largo de esos años, en mi capacidad profesional o en
la de mi equipo, y que dejaron en nuestras manos “la inversión más importante
de sus vidas” como ellos mismos decían, ya que, principalmente, nuestros
clientes querían comprar su primera vivienda con esa hipoteca que les
conseguíamos.
Pero esto no es todo, teniendo en
cuenta que no todos los que se acercaban a nosotros a recibir asesoramiento necesariamente
acababan formalizando dicha hipoteca a través de nuestra empresa, es muy
probable que hayamos dado información sobre lo que implicaba contratar un buen
préstamo hipotecario a más de 50.000 personas en “aquellos maravillosos años”.
No tengo la certeza absoluta, y
sin duda me resultaría imposible investigarlo, saber cuantos de esos clientes
‘hipotecados’ gracias a nuestra intervención no han podido hacer frente a sus
pagos y, mucho menos, saber cuantos han sido desahuciados, pero me atrevería a
afirmar que muy pocos y que, probablemente, la cuantía de estos últimos, de los
que hayan podido sufrir un ‘lanzamiento’, no llegue al 0,1% del total (menos de
10 familias).
¿En qué me baso para atreverme a
hacer tal afirmación? Principalmente en dos premisas, la primera de ellas es
que muchas de las hipotecas gestionadas habrían llegado a su fin, o tendrían
saldos pendientes de amortizar muy exiguos, en el momento en que se recrudecía
la crisis económica (a partir de 2010) y empezaba la desaforada escalada del
desempleo (factor determinante para el impago) y la segunda premisa es que
nuestras actuaciones y consejos profesionales estaban basados en un código
ético auto impuesto cuya máxima principal decía “Nunca gestionaremos una
hipoteca a alguien que, objetivamente, no pueda pagarla”.
Y aunque la palabra
“objetivamente” se puede tornar en algo subjetivo con facilidad, los controles
de calidad y de riesgo que establecíamos detectaban de forma rápida cualquier
desviación de su verdadero significado que pudiese resultar potencialmente
peligrosa.
Y, si ustedes han llegado hasta
aquí, se estarán preguntando a qué viene este ‘rollo’ que les estoy contando,
el porqué de esta ‘batallita’ grandilocuente cuando todos sabemos que “agua
pasada no mueve molino”; pues simplemente para tener una base creíble que me
permita esbozar una teoría o, mejor dicho, una reivindicación: volvamos a la
ética de las cosas bien hechas, volvamos a ponernos límites a nosotros mismos,
no hagamos las cosas porque sean obligatorias o dejemos de hacerlas sólo porque
estén prohibidas.
Si cada uno de nosotros
actuáramos pensando en si lo que hacemos será positivo o negativo para el
conjunto de la sociedad, probablemente dejaríamos de hacer muchas cosas e
intentaríamos hacer muchas otras de forma diferente.
Afortunadamente yo hoy puedo
dormir tranquilo, porque a las miles de personas que, alguna vez, confiaron en
mí, podría mirarles a la cara y decirles que hice lo correcto, aunque más tarde
las circunstancias de la vida o causas de fuerza mayor les hubiesen podido
llevar a un lugar en el que nadie querría estar.
Probablemente, si yo hubiese
actuado de otro modo, hoy tendría una situación económica aceptable y no la
propia de una persona arruinada (situación, por cierto, nada recomendable y que,
como usted ya sabe, querido lector, he plasmado en mi libro “No hay huevos. La locura de ser
emprendedor en España” para intentar evitar que otros corran mi misma
‘suerte’), aunque también creo que probablemente no dormiría tan tranquilo.
En resumen, tanto en momentos
expansivos como en momentos muy difíciles, deberíamos practicar el AHC “El Arte de Hacer lo Correcto”
Y deberíamos practicarlo sin frustración porque, como cualquier ‘arte’,
requiere mucho tesón y mucha práctica, además de una definición clara y sin
ángulos sobre lo que verdaderamente significa “hacer lo correcto”.
Yo propongo una definición si
ustedes me lo permiten: “Hacer lo correcto es actuar de tal modo que te
beneficies sin perjudicar a los demás”
La utopía será intentar conseguir
beneficios para todos pero, si tan sólo lográsemos no perjudicar a otros cuando
actuamos, estoy totalmente convencido de que estaríamos logrando mucho.
Yo practico el AHC ¿y usted?
No hay comentarios:
Publicar un comentario