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lunes, 1 de julio de 2013

GALATEA *

El mito del emprendedor, la mitología del emprendimiento.

No se trata de crear nuestra Galatea, pero sí de encontrar algo que se le parezca lo máximo posible, varias veces, las veces que haga falta.

El emprendedor, cual Pigmalión, sueña con una empresa capaz de hacerle feliz, un lugar en el que el éxito económico y el placer de trabajar se combinen el máximo tiempo posible.

La realidad que suele encontrarse es otra: si emprende algo que le hace feliz puede que no sea sostenible a largo plazo o que, simplemente, no satisfaga sus expectativas de beneficio económico razonable. Si es muy rentable a corto puede que no tenga nada que ver con su felicidad y que, a medio plazo, cuando el negocio deje de serlo, al emprendedor no le quede nada a lo que agarrarse.

Muy pocas veces los ‘dioses’ se apiadan del emprendedor concediéndole cumplir su sueño y haciéndole ganar mucho dinero en un negocio que sea fuente de felicidad duradera.

El enfoque emprendedor deberá ser otro, deberá alejarse del mito a largo plazo porque lo único que conseguirá es enamorarse de una estatua que nunca cobrará vida por mucho que sueñe.

Se trata de ‘esculpir’ una Galatea tras otra, sin enamorarse de ninguna de ellas, se trata de crear una empresa equilibrada, donde felicidad y rentabilidad estén presentes en dosis aceptables, se trata de dejar marchar a una Galatea cuando notemos los primeros signos de agotamiento, se trata de prepararnos para recibir a una nueva Galatea que nos lleve de la mano hasta la siguiente.

Seremos emprendedores sucesivos por necesidad, capaces de reinventarnos para sobrevivir a nosotros mismos, a la desidia,  a la displicencia,  al hastío. No dispondremos de grandes cantidades de dinero con las que podamos comprar el derecho a llamarnos inversores, nuestro tiempo estará limitado a 86.400 segundos diarios con los que, por mucho que lo intentemos, no lograremos trabajar con éxito en más de dos proyectos empresariales al mismo tiempo y, por eso, nunca seremos multiemprendedores aquí y ahora.

Seremos monógamos sucesivos por necesidad, observaremos la poligamia emprendedora instalados, si cabe, en un concubinato ocasional con algún negocio al que no podremos atender como “manda la ley”, y deberemos estar preparados para asumir  todo ello.

Viviremos más y deberemos trabajar mucho más tiempo, seamos emprendedores precoces o tardíos tendremos que adaptarnos, cambiar de Galatea las veces que haga falta, aprender a gestionar el fracaso (probablemente un hecho objetivo mucho más recurrente en nuestra larga vida empresarial que la fútil sensación de éxito).

Empecemos por tanto hoy mismo a esculpir nuestra próxima Galatea, enamorémonos de cada golpe de cincel y del polvillo que se fundirá con el sudor de nuestro rostro. Disfrutemos con la  imperfección de la obra y hagamos que el mercado valore cuanto antes sus atributos y su belleza intrínseca aún sin pulir.

Emprendamos sin que la incertidumbre sea un lastre, al fin y al cabo ya sabemos que, tarde o temprano, tendremos que emprender de nuevo.

Enamorémonos mucho más de la idea de emprender que del sueño de un emprendimiento perfecto que nunca existirá, o que, por etéreo, apenas podremos disfrutarlo un leve instante antes de ver como se volatiliza ante nuestros ojos inundados de lágrimas y mitología. 

                                                  
*Pigmalión, rey de Chipre, buscó durante muchísimo tiempo a una mujer con la cual casarse. Pero con una condición: debía ser la mujer perfecta. Frustrado en su búsqueda, decidió no casarse y dedicar su tiempo a crear esculturas preciosas para compensar la ausencia. Una de estas, Galatea, era tan bella que Pigmalión se enamoró de la estatua.
Mediante la intervención de Afrodita, Pigmalión soñó que Galatea cobraba vida. En la obra Las metamorfosis, de Ovidio, se relata así el mito:
Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del Sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos.
Al despertar, Pigmalión se encontró con Afrodita, quien, conmovida por el deseo del rey, le dijo "mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal". Y así fue como Galatea se convirtió en humana.

                                               Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Pigmali%C3%B3n

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