Primera parte
La locura de ser emprendedor en España
Créeme, sé de lo que hablo. España, hoy, no es
país para emprender.
El riesgo es demasiado grande y las
posibilidades de éxito real muy pocas. Me refiero a ese éxito que todo
emprendedor anhela cuando lanza un proyecto empresarial: el de hacerse rico.
Y he dicho rico, no multimillonario.
Rico significa para la mayoría de los
españoles no tener que preocuparse del dinero, que éste sea suficiente para las
cosas básicas de la vida: comer, tener una o dos casas, uno o dos coches,
alguna afición, viajar un poquito, dar una buena educación y algún capricho a
los hijos, cuidar a sus padres y tener garantizada una vejez placentera gracias
a unos ahorrillos razonables.
En España, hoy, la mayoría de los
emprendedores no tienen intención alguna de ser empresarios.
Hablo de ese concepto de ‘empresario’ como
aquella persona que pretende crear o relanzar un negocio propio con grandes
objetivos de crecimiento, facturación, beneficio, creación de puestos de
trabajo, expansión internacional, etc…
En España, la mayoría
de los emprendedores son como el resto de las personas, buscan un trabajo, de
ahí que se hable tanto de “autoempleo”, el mejor sinónimo que existe
actualmente de ‘esclavitud’.
¿Por qué me atrevo a comparar el autoempleo
con la esclavitud? Pues sencillamente porque tú eres el que trabaja hasta el
desfallecimiento, siempre estás en la cuerda floja, no tienes libertad de
movimientos, apenas sacas para comer y el Estado se lleva todo el beneficio.
¿Hay mejores opciones? ¿Hay opciones? En
España, hoy, no.
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