Hace unos días un buen amigo me
decía “Desengáñate Manolo, actualmente sólo hay dos tipos de pequeños
empresarios en España, los que no tienen dinero y los que todavía no se atreven
a decir que no lo tienen”
Y lo grave es que mi querido
amigo no va muy desencaminado en su reflexión.
El pequeño empresario de este
país ha tenido que adaptarse a una nueva realidad para la que no estaba
preparado, una tormenta perfecta en la que no hay crédito y no hay consumo
suficiente para que todos los negocios sobrevivan. Algunos han asumido la nueva
situación con dignidad, reduciendo costes, abaratando precios, perdiendo
margen, renunciando a su bienestar personal, mientras que otros todavía no se
atreven a decirle al mundo que ya no son los de antes, que ya no disponen de
liquidez suficiente, aunque se pasen el día disimulando de forma algo patética,
resistiéndose a enfrentar su nueva condición de empresarios pobres.
Creo que, unos y otros, están
obligados a no pronunciar nunca más ese chascarrillo de “te juro que es la
primera vez que me pasa” y, si hace falta -que estoy seguro de que a muchos les
hará mucha falta- tendrán que echar mano de toda la ayuda externa que puedan
encontrar para seguir erguidos, incluso en forma de píldoras, sean del color
que sean.
Ante este panorama para los que
ya están metidos en la “carrera de la rata” se contrapone la situación de
aquellos que todavía no han dado el salto pero que están pensando en emprender
micro negocios. Estos sí que tienen suerte: saltarán a la piscina sabiendo que
no tiene agua y, en los tiempos que corren, esto es una gran ventaja.
Por qué digo sin ningún tipo de
ironía que “es una gran ventaja”, porque aunque la Ley de Murphy nos diga lo
contrario, creo sinceramente que, para el micro emprendedor, las cosas no
pueden ponerse más difíciles de lo que están. Y me van a permitir que explique
tan arriesgada profecía.
En primer lugar, creo que la
información sobre la situación económica de nuestro país es clara y meridiana:
está hecha unos zorros. Con esa perspectiva, ningún emprendedor de un pequeño
negocio en su sano juicio aspirará a obtener rendimientos superiores a los de
la pura supervivencia y, sinceramente, ese objetivo todavía me parece
alcanzable en la España
de hoy.
En segundo lugar el emprendedor
al que nos referimos, al que llamaré a partir de este momento “E-lean” en su acepción
anglosajona, donde la E es por Entrepreneur (emprendedor-empresario) y lean por ser un adjetivo que significa ‘austero’,
goza de un gran privilegio: no tiene gastos excesivos ni compromisos
previamente adquiridos para su negocio que le lastren, es alguien que puede
incluso permitirse el lujo de empezar, ver como responde el mercado, hacer las
adaptaciones oportunas si puede y, si su negocio no funciona, cerrarlo sin
demasiadas consecuencias.
En tercer lugar, y mientras no se
le reblandezca la memoria, si logra salir adelante, siempre actuará con ese
principio de austeridad (especialmente en la deuda) con lo que tendrá más
posibilidades de sobrevivir a largo plazo que cualquier empresario de hoy que
haya montado su negocio en la pretérita época de bonanza crediticia y de
consumo.
Con todo, un “E-lean” no está libre de
cometer errores, del acoso de la administración, del azote de la competencia,
de la falta de recursos, de los bajones anímicos, etc… por eso, aunque viaje
ligero de equipaje y pueda cambiar de dirección buscando vientos más
favorables, estoy seguro de que algún día también necesitará tomar alguna
píldora para mantenerse firme, lo que no le quitará mérito alguno a su hazaña
de emprender.
En resumen, si hay una
oportunidad para emprender en este país sin duda es para el valiente “E-lean”,
y si usted tiene una idea de negocio piense en las ventajas que supone llevarla
adelante sin demasiados riesgos aunque el resultado económico no sea para
entrar en la lista de la revista Forbes.
Es como volar en una compañía low
cost frente a una tradicional, la primera le permite llegar a lugares no muy
lejanos, a un bajísimo precio si sólo viaja con una simple maleta de mano, la
segunda le llevaría al fin del mundo con todo el equipaje que usted desee pero,
simplemente, usted no puede pagar el billete. Mi elección es obvia: yo quiero
volar (emprender) y no ver desde la sala de espera (paro) como otros despegan
(trabajan). Si usted piensa lo mismo que yo sólo me queda una palabra por
decirle: ¡UP!
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